El ocho de marzo de este año se cumple un aniversario más del nacimiento del escritor polaco Jan Potocki (Pików, 1761 - Uładówka, 1815), cuyo descendiente radica actualmente en Lima. Fue un personaje múltiple, viajero infatigable, fascinado por las culturas de Oriente, historiador, arqueólogo, estudioso de la antigua cultura eslava y caballero de Malta. Participó en la Gran Dieta a favor de las reformas proclamadas posteriormente por la Constitución del Tres de Mayo. Escribió varios libros en francés, tanto sobre la historia y geografía de los pueblos estudiados, así como crónicas de viaje, dos obras de teatro y tres versiones de la célebre novela: El manuscrito encontrado en Zaragoza. Se dice que luego de haber escrito la novela, el conde Jan Potocki se suicidó, encerrado en su biblioteca, de un disparo en la cabeza, con una bala de plata que él mismo había limado a partir del asa de un azucarero, hasta que tuviera el tamaño necesario para su pistola. Algunos tuvimos la oportunidad de ver la película basada en la novela mencionada, dirigida por Wojciech Hass, en el Ciclo de Cine Polaco, organizado en el Museo de Arte de Lima en 1979.
Si quisiéramos resumir la novela de Potocki en una sola frase, diríamos lo que dije alguna vez, en una entrevista que me hicieron en Radio Programas del Perú: es sobre un personaje que tiene relaciones carnales con los demonios. Pero la obra es mucho más compleja, y al igual que la novela del siglo de oro español, está estructurada en base a diferentes historias que se entrelazan entre sí. La historia principal, la del capitán Alfonso van Worden, quien cae recurrentemente en los brazos de dos hermosas moras, para amanecer luego entre dos hermanos ahorcados, pareciera ser a ratos incluso un pretexto para dar cabida a otras historias y para reflexiones de orden, digámoslo así, filósofico. Personalmente me parece deliciosa la historia del cabalista judío y su hermana Rebeca, quienes desde niños se vieron obligados a aprender lenguas muertas y moribundas, se alimentaron, él de la carne de animales machos y ella de la carne de animales hembras y a quienes su padre, en el lecho de muerte, ordenó que desposaran, ella a los gemelos celestes Cástor y Pólux, por lo que debía esperar a que el Sol entrara en el signo de Géminis para poder invocarlos, y él a dos genios femeninos que debía invocar cuando el Sol pasara por el signo de Virgo. La equivocación del cabalista al hacer las invocaciones, aparentemente produjo la confusión en la que se vio envuelto Alfonso van Worden.
Isabel Sabogal Dunin-Borkowski
Publicado en la Gazetka "Dom Polski" N° 79
Lima, diciembre del 2013
Publicado en la Gazetka "Dom Polski" N° 79
Lima, diciembre del 2013
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