miércoles, 13 de agosto de 2008

Gerard Szkudlarski, un homenaje

En este mismo espacio, hace algunos meses, Gerard Szkudlarski hizo un resumen de su trayectoria académica. Realizó sus estudios secundarios en Francia, estudió Teatro en la Escuela de Teatro de Łódź; filología románica en la Universidad Central de Madrid y literatura en la Universidad Católica del Perú. Además, habló prolijamente sobre sus diversos empleos como traductor y profesor universitario. Pero los datos suelen ser resúmenes de otras grandezas que permanecen ocultas en la brevedad. Szkudlarski entendió por igual de semiología y de fenomenología sartriana. Sus áreas de interés estuvieron centradas en la literatura francesa tanto del siglo XIX como de la segunda postguerra y tuvo, por decir lo menos, una indeclinable curiosidad por el mundo antiguo. Esto reflejaba lo que todo hombre culto sabe con certeza: las bases de nuestra cultura se encuentran en los griegos y tal vez no hayamos logrado decir nada nuevo desde ellos.
No seríamos justos si no mencionáramos sus búsquedas en la filosofía oriental: el yoga, el budismo, las fuentes judías. Esta ansiedad por el conocimiento revelaba un espíritu refinado y una afición por el rigor y la buena argumentación. Ninguna convicción es valiosa mientras no la sepamos defender con argumentos e incluso con una coherencia práctica, le escuché decir más de una vez.
Sin embargo, no es la primera vez que las parcas nos sorprenden desprevenidos. Pocos días antes de encontrarlo sin vida, había proyectado una traducción de los moralistas franceses del siglo XVII, en especial de la obra de La Rochefaucauld. También se entusiasmó por terminar una traducción de Jacques Prévert, de quien había trasladado al español con criterio artístico varios poemas.
Nunca nos vamos completos. Eso demuestra cuán vivos estamos, cuán ligados a la vida nos encontramos. Mientras haya proyectos tenemos un merecido espacio en la humanidad.
Gerard Szkudlarski, que por encima de todo fue un patriota polaco y un testigo histórico privilegiado del calvario de su patria, nos entregó un poco de lo más inteligente de la cultura occidental. Todos somos tributarios de su talento y todos lo extrañaremos.


Gabriel Icochea Rodríguez

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