sábado, 2 de junio de 2012

Clara Pawlikowski: Resistir sin cansarse

De niña cuando mi padre me enseñó a montar bicicleta, me decía:
Tienes que resistir manteniendo tus manos en el timón.
Cuando me compraron patines sucedió lo mismo, pacientemente mi padre me acompañaba a que los calce y me ayudaba a parar en las ocho ruedas. Aún escucho lo que me advertía:
Resiste, no te vas a caer, mantente parada sin miedo y comienza a rodar.
Cuando estudié en París y visitaba Polonia mi primo Przemko insistía en que probara su trineo lanzándome de una pequeña montaña helada. Me senté como un buda, traía tanta ropa para protegerme del frío que sólo se me veían los ojos, me agarre con fuerza de los costados del trineo.
No tengas miedo vas a resistir ─ me dijo Przemko.
Al instante sentí el empujón de mi primo. Grité como una sirena de ambulancia incontenible hasta que llegué al final tiritando de frio.
Cuando mi hija Carla era adolescente y disfrutaba con ella los domingos de nuestros paseos en bicicleta, todo era diferente. Yo me moría de miedo de lanzarme al by pass de la Avenida Arequipa montada en la bicicleta. Ella volando como el viento me gritaba:
Anímate madre, es full adrenalina.
Los lunes me despertaba sudando, con sueños aterradores, me veía con los huesos rotos, sin dientes, tirada en la pista con el chasis de mi bici hecho añicos.
El siguiente domingo se repetía la misma escena, Carla siempre me gritaba:
¡Atrévete madre!
La primera vez inicié el descenso frenando hasta que perdí totalmente la velocidad y tuve que subir empujando la bici.
Poco a poco fui aprendiendo a soltar los frenos y a soltar los miedos. Hasta que llegó el día que ambas nos lanzábamos felices y nos dejábamos chicotear las caras por el viento.
Meditando estas pequeñas experiencias, casi exprimiendo mis neuronas comienzo a percatarme que la vida de mi padre y de mi primo estaba marcada por una historia de resistencia, mi hija con una vida más confortable era más audaz y, disfrutaba de la velocidad.
Nuestros padres resistieron y sus hijos aprendimos a resistir y a tomar velocidad a su tiempo.
En la historia contemporánea, los polacos resistimos a los alemanes, a los rusos, resistimos las diversas políticas que segmentaron el país, resistimos el abandono de los aliados en la sublevación de Varsovia, resistieron muchos a los campos de concentración. Resistimos al cambio de nombre realizado por los comunistas.
Resistimos el terror social con los juicios falseados a los héroes de guerra. Resistimos el hollín de Nowa Huta que impregna y daña nuestra querida Cracovia.
Resistieron los campesinos el despojo de sus tierras. Resistimos la anexión de las tierras orientales polacas a la Unión Soviética.
Luego vinieron otros aires menos enrarecidos, más frescos, aún duros. Los sueños de libertad estaban cerca. En 1988, Walesa se consolida como líder nacional a pesar de su origen obrero. En 1989 cae el comunismo en Polonia, viene la Mesa Redonda, Solidaridad deja la clandestinidad y es reconocida.
En 1994, Polonia “vuelve a Europa”, se firma el acuerdo de la Asociación de Polonia con las Comunidades Europeas. Polonia se prepara para ser miembro de la Unión Europea. En el 2004 Polonia se anexa a la Unión Europea.
Después de esto viene la velocidad, la audacia, la carencia de miedos que hablaba Carla. Ahora, a Polonia no la para nadie. Ha encontrado su ruta, el camino correcto para canalizar el espíritu nacional y en eso andamos todos juntos, los de adentro y los de afuera.
No olvidamos al Instituto de Memoria Histórica que investiga los crímenes de guerra contra la nación polaca, hay aún que resistir en ese tema: la posibilidad del olvido.
 
                                                Clara Pawlikowski

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